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El gran capitán - Crónica de un viaje al Litoral

El Gran Capitán es un tren que recorre la parte del litoral en Argentina, uniendo pueblos y atravesando las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones. El tren parte de la estación Federico Lacroze, ubicada en la Capital de Buenos Aires y llega a Posadas; la Capital de Misiones.
Había creído que mi ruta de viaje llegaba a destino en las Cataratas del Iguazú pero jamás imaginé lo que implicaba ese recorrido de casi dos días en un tren sin agua, sin luz, en precarias condiciones, sufriendo la injusticia, avanzando lentamente por el campo, llegando a los pueblos, compartiendo el dolor del viaje con los otros, sintiendo desazón, colmándome de palabras e imágenes. Cuando regresé supe que aún no había llegado a destino, después de dos años el viaje llegó a su fin en el mismo instante en que terminé de escribir este libro.



En nombre de quienes lo único que tienen es hambre explotación enfermedades sed de justicia y de agua persecuciones condenas soledad abandono opresión muerte. Yo acuso a la propiedad privadade privarnos de todo.

Roque Dalton


Esa tierra de nadie que dormita alrededor de las estaciones…

Aquellas monedas que me envolviste en tu pañuelito rosa con flores,
monedas para el viaje, yo no quería conocer otras cosas, ir en tren por el campo, escucha, escucha: las monedas, el viaje que somos los muertos, tendríamos que sonreírnos todavía,…

Arnaldo Calveyra



Es difícil comprender lo que los parlantes anuncian cuando las horas de espera parecen reírse de nuestra sangre que fluye, en los golpes de la rabia, dejándonos sordos.

Las cartas del azar intentan jugar la suerte del viaje, como si fuera el destino que aún les perteneciera, cuando el destino ya está en otras manos.

Pasa una carretilla chillando con olor a grasa añeja en los engranajes. El ir y venir marca un tiempo.
Al final del andén descargan las cajas para la bodega. Sobre las vías destellos de chapitas parecen piedras preciosas, emergiendo en un fondo de granito, que nos guiñan a veces, y nos dejan perplejos, observando ese mundo de durmientes.

Nuestro mundo.

*****

De una vez y para siempre nos miraremos en el espejo de la historia, para comprender que nosotros somos los que hemos de viajar con las migajas, y en las rocas encontraremos grabados nuestros nombres; debajo del olvido, porque somos los que en silencio, hacemos girar esas piedras.

*****

Es medianoche y se organiza una tácita carrera por el agua.
Los insectos entran por las ventanillas. Hay ojos afuera, entre los plantíos. Hay voces que vienen desde la oscuridad del campo.
De un vagón a otro pasan los niños llevando sus gritos agudos, mientras baja la intensidad de las luces y las mariposas nocturnas desesperan, y las mujeres gritan, y los niños aplauden con esas manitos mugrosas, y las chicharras se chocan contra los ventiladores y caen sobre algún pasajero que duerme, aunque le pisen los pies y se lleven por delante el brazo que incurre el peligroso límite del pasillo.

Perdemos conciencia del tiempo.

Algunos duermen en las piletas de acero inoxidable.
Algunos dormitan sobre hombros ajenos y se les cae la cabeza y no se sabe qué hacer con la cabeza.

*****
Los hierros del puente crujen, pero una brisa fresca viene del río y nos acaricia. El tren pasa lentamente, casi en puntas de pie, haciendo equilibrio sobre los rieles.
Se hace un gran silencio y todos miramos hacia abajo, se unen las exclamaciones, mientras el río pasa salvaje y parece revolver aún más su esencia, fabricar nuevos remolinos, atrapar grandes ramas en corrientes, volverse más barroso y espeso, y zumbar muy fuerte su música, hasta dejarnos sin palabras.

*****
Norma abre una bolsa. Los niños esperan. Le preguntan si falta mucho. Ella dice; que en cualquier momento llegan, que la abuela los alcanza en Paso de los Libres. Los niños se alegran, también me alegro.

El olor a milanesa fermentada impregna el aire. Cada uno, come su ración en silencio, y ella les dice; que también hay manzanas. Y sigue revolviendo. Se escuchan sonidos de miles de bolsas. No quita los ojos grandes y oscuros del fondo. Tiene las manos delgadas pobladas de costras, cansadas de llevar, atadas siempre atadas.

Ahora, los niños piden agua, tienen sed. Ella les dice: tomen el jugo de la manzana.

Los niños entienden y dejan de pedir.

*****

He perdido la lucha cruel entre mi esqueleto y esta mugre insoportable que se adhiere y se incrusta como la peste.
Apenas una gota se hace barro.
He perdido los zapatos en mi propio desorden y dos naranjas que han escapado de una bolsa rodando por debajo de los asientos.
Apenas dos naranjas se hacen ausencia.

He abandonado este cuerpo a la fiebre de la peste, a los pies descalzos, a añorar esas naranjas.

*****
El sol cae en los campos. Las vacas se consienten bajo la copa de un árbol. El único árbol visible en la inmensidad de los pastizales.
La vida desde una ventanilla.
Asomo el rostro cada tanto para empaparme con un poco de viento. Me gusta cuando siento la mugre en las grietas de la piel.
El sol cae sobre el cansancio de las caras. Hay un agotamiento tan intenso en el aire que los cuerpos comienzan a tomar otras formas.
Una bandada de aves blancas nos acompaña durante unos minutos y luego suben, y se pierden en las nubes.
La vida desde una ventanilla siempre es nostalgia. Y las vacas y ese árbol y este tren en esta tierra.

******

Llegaron a destino. Norma con sus hijos se pierde atravesando la desolación de la plaza. Una mujer diminuta de pelo blanco la espera. Los perros azules del calor festejan esa presencia. Se abrazan. Los niños hacen una ronda entre sus piernas y las envuelven como si fueran pétalos blancos de una flor que se construye con el movimiento.
Voraz, el pueblo se los lleva.

******

En otra estación olvidada y silenciosa, un perro duerme. Las moscas rondan su siesta, esas mismas moscas, se posan en las manos pegoteadas de un niño que pide.

Esa misma siesta de calor y pesadumbre inventa mis ojos.

El silbato suena. Nadie quiere subir, solamente las moscas, que siguen hasta la primera oleada de viento.

******

La miseria son brazos que entran y mendigan, son estas manos que me cuelgan mugrientas de los hombros, son los hombros que llevan y arrastran, es el peso infinito de comprender que los objetos se gastan, que la ropa se hace harapos y siempre son los trapos colgando de la soga. La miseria entra en las grietas de la piel, en las muecas, en las uñas; es la falta que justifica los motivos, cualquier motivo.

Hay que engañar el tiempo. Me engaño.

El rostro se refleja en los vidrios de la ventanilla. Nos miramos. Ambas nos miramos. En la miseria de estos huesos flacos, en el movimiento continuo del vagón, en esta triste cuna del rincón olvidado; sintiendo el hambre que crece dentro de las tripas.

*****

Los perros salen de las puertas de los ranchos para torear, y los niños se unen a ellos, agitando los brazos en el aire. Apenas nos alejamos, pero sus sombras y los ecos del griterío nos acompañan, como un recuerdo implacable, como una película que sigue pasando y pasando sobre la franja de la gramilla.

******

El tren arranca sin dar aviso, comienza la marcha. Los brazos se estiran generosos para ayudar a los que quedan abajo. Todos corremos e intentamos trepar. Extendemos las manos buscando otras manos. Hay gritos y una carrera desesperada.
Nadie puede quedarse si no ha llegado al final, si el final no es evidente, y alguno intenta desertar porque intuye que el maquinista tiene el poder de darnos esas alas.

******

El espejo en el fondo de mi plato de pobre. Así, como este que ahora ves, en el lustre de un cuenco, reflejado y distante con algunas cebollas. Así, en las ansias de los que están perplejos mirando las sobras de algún otro plato.

El amor; los huesos bien pelados y blancos sobre el plato ajeno.

******

Los viajes dejan rastros en el cuerpo. Los viajes hacen escaleras y túneles en el alma. Es la sombra de los que se quedan, lo que nos acompaña. Es el recuerdo de la distancia, que luego sigue pasando y pasando como el agua, como las nubes sobre nosotros.
Nuestras vidas; viajes con destinos premeditados, para los habitantes del Sur.
 
 
 
 
 


 
Valeria Zurano

Este libro se editó en Santiago de Chile en Enero de 2008.

http://elgrancapitan-cronicadeunviaje.blogspot.com
 
PALABRAS QUE MATAN  
  Ahora que siento que el lenguaje me ha despojado, me ha quitado a mí misma, puedo volver al comienzo, al principio de todo, entonces te hablaré de la carta que escribo; de las comas que estorban y suplantan el quiebre, de las máscaras de los infinitivos, del vértigo de un punto, de esas suaves sombras sordas de los adjetivos, de la condena que propone el sustantivo.
v. z.
 
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